Cuando encontramos al homónimo de pie frente al polvo que se levantaba sobre el mercado popular del centro, fijaba tu palma sobre su piel y recogías sal que su sudor seco y el bochorno del aire desechaba, sentías que no había preguntas, todo un erudito en un tiempo no extinto, si lo escuchabas a oscuras, rumaba, sostenía sus dedos con tanta presión que resaltaba las venas sobre las (ininteligible) negras de antaño, pasaban horas, pesaban harto, es que no come ni caga, dudabas en mudo, el tiempo no existe para el que piensa.
transcrito de mi cuaderno, no hay fecha