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El terrapuerto de Teras

El vibrar de los motores resonaba en la puerta de su pieza, un espacio modesto casi solamente ocupado por silencio, donde aquel vacío exento de murmullos ajenos se interrumpía por la sonora presión de sus pies sobre la madera de un piso ya muy recorrido. La nulidad del momento, como él la denominaba en copas, se ausentaba como excepción la mayor parte de los domingos, día donde era opacada por el caos confluente del terrapuerto de Teras.

La actividad regular de la esquina de Teras, otro de sus muchos nombres, resaltaba los días de abordaje de cápsulas foráneas, provenientes en masa y vía áerea por cruceros cuya magnitud solía intimidar la superficie, perturbación que fue regulada por las autoridades para ser permisibles solamente un día del periodo considerando también las límitantes de entradas y orígenes — sabe la existencia de dónde.